Durante los siglos XI y XII hay un renacimiento de la plástica que estaba en decadencia desde el imperio romano. Triunfa la escultura monumental, existe una armonía entre el edificio y la ornamentación escultórica. Se acumula sobretodo en el exterior para atraer la atención de los fieles, para que mediten y se instruyan. Tiene un fin didáctico. Son sencillos catecismos que se graban en la mente de los hombres.
Las columnas están decoradas con historias, se usan las estatuas-columna, las arquivoltas tienen figuras humanas y animales, los tímpanos son semicirculares, en ellos se representa al Pantocrator (Dios todopoderoso) rodeado del tetramorfos (símbolo de los 4 evangelistas según la visión de Ezequiel). También aparece el Dios justiciero en el juicio final dentro de la mandorla, distribuyendo benditos y réprobos a derecha e izquierda respectivamente. Dentro del templo la escultura se limita a los capiteles y a algunos arcos.
El estilo responde a un ideal abstracto, cercano a las formas geométricas, opuesto al naturalismo, aquí se aprecia la influencia bizantina. No se quieren representar imágenes y temas cristianos conforme a la naturaleza, se nos presenta la religión a distancia, intocable. Hay una espiritualización de las figuras que las deforma. El artista románico se ciñe a unos modelos, por eso se repiten los temas. Se busca la emoción del espíritu. Se destaca la condenación y la necesidad del arrepentimiento. La lujuria aparece representada como una mujer a la que serpientes y sapos roen, para que de asco. Estética de lo feo. El demonio se representa con formas de animales y de aspecto ridículo, cómico. La belleza sublime es un atributo de Dios. Se quiere identificar la estupidez con el pecado. Se muestran los pecados en todas las clases sociales, incluidos los religiosos.
Las esculturas se adaptan al marco (como en Grecia) y a la función, supeditándose a la arquitectura.
Se constituyen una serie de tipos, como el cristo crucificado con 4 clavos (pies separados) y brazos en cruz sin sentir el peso, tiene una corona real, no de espinas; no sufre, es un cristo hermético. Se viste con una larga túnica o con un faldón de cintura a rodillas.
La virgen deriva también del arte bizantino, imagen sedente con corona, el niño sentado bendiciendo o con el libro en la mano. Son rígidas, sin comunicación. El niño Jesús no es niño, sino Dios. Se busca evitar la familiaridad y fomentar el respeto, espíritu de justicia, pero no de amor.