Arte que surge en Italia a finales del SXVI y se extiende por Europa, durante el SXVII alcanza su plenitud y en muchas áreas perdura hasta el XVIII. La palabra de origen portugués, tiene un matiz negativo, confuso y extravagante en contraposición a la claridad y orden del clasicismo. A finales del SXIX y principios del SXX grandes historiadores comienzan a verlo como un estilo propio y no como una decadencia. El trasfondo es la guerra de los 30 años que favorece el poder de las monarquías absolutas. Expresión de la grandiosidad afín al poder político. Los enfrentamientos religiosos marcan al barroco. La tensión provocada por la reforma de Lutero, había producido la contrarreforma católica, que se manifiesta sobretodo en el concilio de Trento (1545-1563) y en la actividad de la compañía de Jesús. Se reorganizó urbanísticamente la ciudad de Roma. Exaltación de los mártires y nuevos santos (San Ignacio, San Isidro labrador y Santa Teresa de Jesús). El arte se usa para persuadir al pueblo de la autenticidad de la fe católica. Hay una carga decorativa teatral, escenográfica y deslumbrante vehículo principal de la idea del triunfo de la iglesia. Las iglesias barrocas expresan una idea de religión fuerte y verdadera. Los palacios muestran el poder absoluto del monarca. El SXVII es también el de la revolución científica ( Galileo, Kepler, Halley Harvey, Descartes, Leibniz, Spinoza), ciencia y filosofía se unen para abrir un nuevo período que llegaría en el SXVIII con la ilustración ( Newton). El arte del renacimiento pretende ayudar al hombre a conocer científicamente la naturaleza, mientras que el barroco se basa en la ilusión, en el deslumbramiento que producen el poder del rey o el milagro religioso. No se dirige al ciudadano sino al súbdito o al creyente. No le pide que use su razón, sino que crea sin vacilar. Utiliza los mismos elementos clásicos pero poniéndolos al servicio de un concepto diferente del espacio.
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