La pintura de esta época está representada por frescos murales, frontales y miniaturas.
La pintura mural se conserva muy poco, tiene relación con la miniatura pero es más popular. Es muy expresiva, tiene un esquema sencillo. Se prescinde casi completamente del paisaje, no interesa la perspectiva. Se separa lo divino de lo terrestre. La pintura es plana, bidimensional con un modelado que imita al mosaico bizantino. En el rostro y en las manos hay impactos de color para lograr algún volumen. El dibujo tiene un trazo seguro, para expresar sintéticamente los patrones que sigue, unidad temática y colores planos.
Influencia de los Beatos (códices medievales ilustrados) y también de Bizancio.
También hay pintura de tabla, los frontales, que son el antecedente de los retablos. Esta pintura es más naturalista que la mural.
La miniatura tiene un gran auge, los libros son bastante grandes por la necesidad de la lectura a distancia, al colocarse sobre el altar mayor o en los refectorios de los monasterios. Es un arte monumental, se destacan los bordes con entrelazados de origen bárbaro y las iniciales grandes y muy decoradas, también las viñetas.
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