domingo, 24 de abril de 2011

La pintura barroca. El naturalismo tenebrista: Ribera y Zurbarán. Realismo barroco: Velázquez y Murillo

José de Ribera (1597-1652) nacido en Játiva se estableció en Nápoles (entonces posesión española) apodado El Españoleto por su pequeña estatura. Su pintura combina la emoción, fuerza plástica y la carga religiosa de la tradición española con el claroscuro y la visión naturalista italiana. Retrata gente vulgar como en su Arquímedes
 Crudo reflejo de la realidad  en la mujer barbuda pincelada de gran empaste para acentuar la expresividad, los relieves de la piel, las arrugas y los paños.

 Composiciones con predominio de la diagonal. Luces que dan un efecto escultórico a las figuras. Influencia de la escuela veneciana en su uso del color. Temas religiosos, escenas de martirio, aunque sus personajes pese a su sufrimiento conservan su digna gravedad.
Francisco de Zurbarán (1598-1667) extremeño instalado en Sevilla. Armonía entre lo místico y lo realista. Acercó lo divino a lo cotidiano y elevó lo humilde y lo humano a la categoría de espiritual. Austeridad compositiva. Claroscuro y efectos lumínicos, colores sobrios. Presencia de alegorías y mensajes religiosos.

Santa Casilda posiblemente sea un retrato “a lo divino” de una dama del SXVII.

 Se mantuvo siempre dentro de la corriente tenebrista, aunque al final de su obra, dulcificó su lenguaje plástico por posible influencia de Murillo.
Diego Velázquez (1559-1660) En su época sevillana sigue una línea tenebrista, interesándose por aspectos inmediatos de la realidad. Dibujo muy preciso y luz hábilmente dirigida que acentúa los volúmenes. Tonos ocres.
Vieja friendo huevos.

Aguador de Sevilla sitúa la cántara en primer término como si estuviera fuera del cuadro.

En 1622 viaja a Madrid y entra en la corte. Esto pone a su alcance las colecciones reales y la posibilidad de estudiar a los grandes maestros, sobretodo a los venecianos. Tambien tiene una gran libertad creativa.
En un primer momento realiza retratos austeros como el del Infante Don Carlos
 y el de Felipe IV

, también es de esta época su primer cuadro mitológico: Los Borrachos, donde presenta a Baco y a sus acompañantes como seres vulgares.

 Empieza a hacerse más ligera su pincelada. Conoce a Rubens que le anima a viajar a Italia. Allí pinta La fragua de Vulcano donde los cuerpos masculinos recuerdan a Miguel Ángel.
La túnica de Apolo al colorido veneciano, la serenidad de los desnudos a la tradición Romana- Boloñesa, y los objetos dispersos al naturalismo sevillano.
Se dedica a la decoración del palacio del Buen Retiro para el que pinta La rendición de Breda en el que muestra la elegancia del vencedor sin humillar al vencido, composición en dos diagonales.

Retrató también a los bufones de la corte trasmitiendo su sensibilidad.
Durante su segundo viaje a Italia realiza el retrato de Inocencio X  en el que capta la psicología del personaje, hasta el punto de que cuando el retratado lo vió exclamó “troppo vero!”

Paisajes de Villa Médici con una mirada moderna, pincelada fluida, precedente del impresionismo.
Tema mitológico: La Venus del espejo y las hilanderas. La Venus es una obra de encargo y para fuera de palacio y la excepción a la ausencia de desnudos en el arte español, influencia de Tiziano y Rubens . En las hilanderas, cuadro dentro del cuadro, sensación de movimiento en el giro de la rueca.

Las Meninas es su obra cumbre, representa el instante detenido, lo efímero. Triunfo de la pintura y dignificación del pintor.

Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682)  gozó de gran fama por su naturalismo amable y sentimental. En sus obras juveniles es tenebrista, pero tras una visita a la corte evoluciona a un estilo personal, abandona lo trágico y buscando una sensibilidad más tierna Gusto naturalista por los modelos y temas populares con actitudes elegantes y pincelada ligera. Temas religiosos con situaciones cotidianas como en La Sagrada familia del pajarito

 Crea un prototipo con su Inmaculada de virgen joven, bella y dulce, en un ambiente celeste de nubes y ángeles. Tras su contacto con velázquez su pincelada se hace más suelta y vaporosa como en  Los niños de la concha.   

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