domingo, 15 de mayo de 2011

La arquitectura del SXIX.

Frente al mundo tradicional, rural, cerrado y de evolución lenta, el nuevo mundo industrial era cada vez más abierto e intercomunicado: movimientos de hombres, mercancías e ideas. Las ciudades crecieron de manera espectacular, lo que planteó graves problemas, que llevaron a la aparición de una nueva “ciencia”: el urbanismo. La arquitectura se benefició de los nuevos procesos industriales, pero entró en una fuerte crisis profesional y estética a la hora de redefinir su papel en la nueva sociedad. Hay un clima de confianza en la técnica, la industria y el progreso hasta que la 1ª guerra mundial acaba con él. Junto a las nuevas y atrevidas construcciones en hierro (fábricas, estaciones, puentes, mercados, pabellones de exposición…) Los edificios destinados al poder, la religión o la cultura, siguieron en un lenguaje histórico.
 Eclecticismo: mezcla indiscriminada y manejo arbitrario de los distintos estilos arquitectónicos.
 Historicismo: valor exagerado otorgado a la historia.
Época de los llamados “neos”: neogótico, neorrománico, neorrenacimiento, neobarroco, neoislámico…Proliferó durante el SXIX y gran parte del SXX, sobre todo en edificios oficiales. El arquitecto y el cliente podían escoger su estilo como en el catálogo de unos grandes almacenes como ejemplos en España podemos ver el congreso de los Diputados

y la  basílica de Covadonga


El uso del hierro era conocido pero hasta el SXIX no se generaliza su uso, ya no se oculta sino que se convierte en el símbolo del progreso y la modernidad. Las estructuras de metal (hierro y acero) se combinaban con revestimientos de cristal. A finales de siglo aparece el hormigón armado.
La Torre de Gustave Eiffel es el mejor ejemplo de la arquitectura del hierro, se levantó con motivo de la exposición universal de París en 1889, conmemorando el primer centenario de la revolución francesa. Cuando las autoridades decidieron desmontarla, la oposición fue tan grande que permaneció, convirtiéndose en la imagen que asociamos con el París moderno.

A partir de 1890 surge en diversas ciudades europeas una nueva arquitectura que recibe diversos nombres según los idiomas de los distintos países en los que arraigó. En España se llamó Modernismo: renuncia a la historia como modelo, interés por las artes exóticas (Japón), referencia constante a la naturaleza, hiperdecorativismo, arquitecturas marcadas por el color, la combinación de diversos materiales y el predominio de las curvas y las formas sinuosas. Voluntad de novedad, de olvidar un mundo viejo y caduco. Aspiración a la “obra de arte total” de estetizar todos los aspectos de la vida cotidiana. El tema característico de esta arquitectura es la casa unifamiliar de lujo. Triunfa en las ciudades industriales, “nuevas”
Víctor Horta (1852 – 1947) en Bruselas hace una serie de casas burguesas unifamiliares en las que la estrechez del solar queda compensada por un auténtico estallido interior de luz, color y diseño artístico en cada uno de los elementos.

Antoni Gaudí (1852 – 1926) en Barcelona la burguesía rechaza la monotonía de la trama urbana del plan Cerdá y reclama un arte fantasioso, elegante, lleno de referencias naturalistas y a la vez intensamente nacionalista y religioso. Rechaza la geometría y recurre a las verdaderas formas que, en su opinión, se hallan en la realidad. Reivindica los oficios y los materiales humildes. El arquitecto es ante todo un artesano.
Parque Guëll, encuentra perfecta sintonía con el empresario Eusebi Guëll para el que realiza diversas obras.
Bodegas Güell

La Pedrera es un homenaje a la geología catalana, que recuerda a la montaña de Monserrat y con chimeneas de misteriosas formas.

La Sagrada Familia fue su más ambicioso proyecto que quedó inacabado a su muerte.

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